Viajar y estar ligero.

He viajado a placer.

Por supuesto, he escrito. Muchos días, muchas noches. Y por fin, siento algunos hilos desatarse en mi interior. Aunque debajo brotan otros retoños, algunos nuevos y otros añejos que ya se habían asomado pero rehúsan seguir creciendo.

TUC, TUC, TUC.

Así sonaba esta madrugada la ofensiva de mis botas en la arena, empujadas por el alma y su fogosa terquedad de alcanzar la cima de un viejo volcán. Una alma necia por cultivar la idea de culminar sus días sin planes ni destinos; por dejar tirado lo aprendido en algún trillo y abrazar con ternura lo inesperado.