¿No se te hace enigmático, Miriam,
que el Universo nos hiciera coincidir en el mismo
diminuto punto del espacio-tiempo
sobre su inmensa cartografía de los astros?
Aquí me tienes, todas las tardes lluviosas
pensando esta y otras reflexiones
que ni los académicos se atreven a formular.
Tiempo. Tu tiempo me sabe tan puro y sagrado.
Y aunque desdichadamente ande rodando en tus senderos
otro guerrillero a quien prefieres dar posada,
el poco tiempo que me diste, lo deposito
en mi bóveda del alma como un suave arrullo
donde ni las arenas del olvido podrán tocar.
Si no es en esta vida,
te prometo que seré mejor poeta
en otras estrellas donde te siga.
Como no pensarte
segundos, minutos, horas,
días de mi revolcada existencia,
recordarte tan llenita de mieles de alegría
para traerte más cerquita
a estos poemas míos,
y mostrarle a todos, lo eterna que serás
cuando se sientan a leer entre líneas
y descubran que fuiste el aliento divino
que hiciste sacudir mi puño y letra
en pulsos de pasión por tu amor.