Hasta el momento nunca he manifestado por medio escrito aquellas ideas irreverentes que van moldeando mi imperceptible existencia en este punto del universo. Y es que no es un asunto que se puede tomar a la ligera, ya que vienen a mí uno tras otro pensamiento que componen la médula de mis ideales «filosóficos»; aquello en lo que creo firmemente
Pero, ¿creer para qué?, si en esta vida terrenal todo debe ser comprobado a través de experimentos y una serie de procesos.
–Un momento Andrés, no todo todo es comprensible a simple vista. Tu misma vida no se resume por un simple hecho– Me dice un diablillo al oído.
¡Mierda! ahora estoy divagando en un océano de dudas. Me gustaría empezar por definir qué es la existencia para mí.
Existencia es aquella fuerza sobrenatural que fluye constantemente por mi cuerpo elaborado de átomos nacidos en el corazón de una antigua estrella madre. Es esa bendita cuestión que mantiene unidos los diferentes estratos que componen mi conciencia humana, a la vez rellenados de la misma materia y energía que divaga por todo este inmenso océano cósmico. La existencia es donde estoy en este instante, luego de eso observo, pienso y actúo.
–Suave suave mae, vaya dibujando las varas despacio-.
Si algo puedo establecer con certeza es que mi cuerpo se compone de elementos vitales [Calcio, Hierro, Carbono, Nitrógeno, Hidrógeno, Oxígeno, entre otros]. Al tener ingredientes universales me deja una primera premisa: ¡NO SOMOS HIJOS DEL COSMOS, SOMOS ÉL MISMO! Viéndolo de esta manera somos pequeñas partículas universales en esta inmensidad nocturna, infinitos como su presunta expansión e inmortales como el ciclo de vida que gobierna esta esfera multidimensional.
Todos llevamos el sello de dios en nuestro código genético. Es al universo a quien le debo mi profunda admiración y cariño, porque de él mismo estoy compuesto. Pero cada vez que elevo mi mirada a la ventana celestial, ubico mi pensamiento al más remoto rincón de este campo universal y me pregunto: ¿De dónde vengo, y hacia dónde iré?
La misma ventana nocturna me responde: «Soy diminuto y grande a la vez». No existe frontera alguna que derribe mi pensamiento o el derecho a la iluminación. Soy tan diminuto como la partícula de polvo que se deposita en mi escritorio, pero soy tan inmenso como el corazón que late en el centro de esta burbuja sobreprotectora que nos cobija.
La sociedad actual [el «Kraken económico»] juega un rol caótico en el pensamiento humanista. Los niños no son aquellos seres libres que nacen con la perspicacia que alimentan con el medio natural a su alrededor. Los niños son ahora masa utilizada como arma de auto-destrucción. El humano ahora empieza desde temprana edad a cambiar sus orígenes por cuestiones pasajeras; su peor descubrimiento: PODER. El poder carcome el conocimiento milenario, destruye los rastros del sano escepticismo que posee la especie Homo sapiens sapiens según su comportamiento ancestral.
Son estos indicios los que provocan la densa confusión existente en la población humana. La cortina de humo se eleva y la visión pagana con la que nacemos se ve apagada por la misma indiferencia con la que nos herimos mutuamente.
–Creo que te pasaste de verga amigo, vamos bien. Contame más.– dice el diablillo algo interesado por la conversación.
Yo creo en…