Todas las noches, como un naufragio,
vuelvo a caer en el abismo de tu mirada,
profundo, en esos voraces vórtices negros.
Me dejo llevar hacia la ventana nocturna de tus pupilas,
repletas de galaxias, cometas y nebulosas,
y espinas dolorosas en las esquinas.
Hasta Dios
tiene celos de ti, Miriam.
Sabe que por vos,
yo jugaría con fuego.